

Iván llegó al taller de la mano de Sofi, su mejor amiga, su hermana del alma, que luchó por su rescate, que escribe bello y ahora lo evoca en flores.
Se presentó diciendo que tenía un problema, que no lo era. Nunca llegué a preguntarle por qué necesitó presentarse así. Ese día el grupo había tenido un problema, Martina y yo rezongamos, conversamos largo rato hasta que se despejó, llantos, risas, abrazos y muchas palabras mediante. “Mirá que este taller no es así”, “Te juro que esto nunca pasa”, “Nos llevamos bien y ellas nunca nos rezongan”, eran las aclaraciones, entre risas, de sus compañeros. “Ya vi que son buena gente”, fue su respuesta, y se quedó para siempre con nosotros.
Parece que la muerte diera lugar al recuerdo idealizado, al reconocimiento póstumo. Pero el taller es para nosotros un lugar en el que cada uno es como es. No podría elegir flores para evocarlo como bellamente hace Sofi, que sabe escribir tan lindo. Yo sé leer, y leo en sus palabras el amor y el dolor, esa ola que vino a llevarlo y solo dejó silencio.
¿Cómo poner palabras al dolor de la muerte de Ivi?. «Ivi fue feliz en el taller», dijo Marti llorando y mirando fotos. “Se sentía querido, amado, comprendido allí”, dijo su mamá en un abrazo de inmenso dolor, entre guantes de boxeo, lentes de corazón y pulseritas swifties. Esas estrofas de Taylor fueron las únicas palabras, elegidas, significativas que acompañaron su despedida. Ahora Sofi lo evoca en flores, nos entrega sus sentimientos más profundos a todos, compartiendo su sensibilidad, su pasión y su dolor.
Es difícil escribir algo así como una semblanza, pero esta vez necesité escribir y compartir que Ivi es una sonrisa inmensa con lentes de corazón.
A Ivi le interesaba lo que leíamos, pero creo que lo que más le gustaba eran los paseos. Escuchaba y observaba, atento a ayudar, a dar la mano que se precisa. No dudaba en decir de sus momentos de tristeza, como en el video, tanto como mostrar su entusiasmo de vivir cada nueva propuesta, como cuando fue con Larita a intercambiar libros en Pueblo Edén. Era incondicional y cómplice. Un día me advirtió que tuviera cuidado con poner me gusta a todo en instagram.
Estará en nuestras miles de fotos y recuerdos, en lo felices que fuimos con él en el taller, en el mural que sus compañeros proyectan, en su presencia y su ausencia.
Ivi era un adolescente sensible de 15 años, que escribía a su abuela, que nos contaba de su anhelo de ser biólogo marino, pero como dice Sofi, una ola vino a llevarlo y ahora todo es silencio.
A continuación, las palabras de Sofi. Gracias @sofipplt por compartirlas.
«Eras mi hermano del alma porque transformabas mis espantos en mariposas y hacías que pudiera decirte cualquier cosa Porque cuando el mundo me daba miedo, como una niña pequeña me refugiaba en tu abrigo calentito
Nuestra amistad fue como un enorme jardín que nunca dejamos secar ni infectar en donde cada momento que compartimos vivía en una flor, en un árbol o en una abeja
En una flor mostaza está el día en que hace algo más de cuatro años, nos conocimos,cuando vos y Bi me salvaban la pandemia.
En un montón de bonitas flores están las veces que fuimos a patinar a la plaza.
En una hojita el día en que me tocó en la tarde y juntos hicimos que la bronca terminara en risas.
En un gran árbol está tu primer taller y el primer día que me invitaste a una juntada con nuestro grupo de amigos.
Porque como si nuestra amistad fuese un bote, remabas vos y remaba yo.
En un jacarandá, nuestra última charla profunda solos, en el ómnibus yendo a playa verde.
En una flor el último fuerte abrazo que nos dimos, en la playa, cuando no quise soltarte.
En el bote navegábamos los dos contra el mundo y cuando se tambaleaba, nos agarrábamos fuerte, porque ninguno de los dos iba a caer.
Pero una ola vino a llevarte, y ahora solo escucho silencio».
Sofía González.




