
Es incluso a través de las emociones como, eventualmente, se puede transformar nuestro mundo, por supuesto a condición de que ellas mismas se transformen en pensamientos y acciones.
George Didi – Huberman
Río y me emociono por lo que le sucede a un personaje con el que no tengo ninguna vinculación y que sé muy bien que no existe.
Marc Sorinao
La invitación, una vez más, es encontrarnos para conversar, componer relaciones convenientes, relaciones que despliegan la libertad y la potencia. Debatir, escuchar, divertirnos, perder el tiempo colectivamente. Otra vez, más allá de la academia, más allá de las escuelas, sin adentros ni afueras, en la calle, en un club de bochas, o en donde sea.
Seguramente usted se pregunte estimado amigo, amiga, que tiene que ver el psicoanálisis con educar las emociones, mucho más, por qué debería inmiscuirse en una ley relacionada con la educación emocional. Les preguntamos: ¿Por qué pensar, desde el Psicoanálisis, los supuestos que sostienen la Ley de Educación Emocional? Acaso, ¿Tiene algo que ver el psicoanálisis con lo político? ¿Qué espacio ocupan en nuestra vida y nuestras áreas de trabajo como psicoanalistas las derivas de una sociedad en la que se propone legislar emociones? ¿Es necesario que el psicoanálisis se pronuncie frente a la ley de educación emocional?
La educación emocional propone que las personas desarrollen la capacidad de reconocer las causas de sus emociones frente a una situación específica, y a la vez, que sean capaces de comprenderlas, aceptarlas o transformarlas. Esta idea se vincula con la creencia de que existen “emociones correctas” que conducen al éxito personal ¿Esto no implica, una mirada que refuerza el individualismo? ¿Pertenecen las emociones al orden del yo o al de los acontecimientos? Si las emociones se juegan en la colectividad ¿es posible abordarlas individualmente?.
En nuestro país desde 2021 ingresó al senado un anteproyecto de ley de educación emocional. El sustento de quienes lo proponen y promueven parte de la premisa de la necesidad de ofrecer herramientas eficaces para “gestionar” las emociones. Partiendo de la psicología positiva, la educación emocional se presenta como alternativa a la violencia en las aulas; sin embargo, su alcance se ha ido extendiendo progresivamente a todos los niveles educativos. ¿Es en la infancia donde se genera la violencia y por tanto es allí donde se puede “solucionar”? Les preguntamos: ¿la educación emocional pretende instrumentalizar las emociones para que los individuos se adapten a lo establecido? quizás ¿eliminando la capacidad de crítica o cuestionamiento? ¿Prometiendo la felicidad como mecanismo de control?
¿Cómo se entienden las emociones desde el psicoanálisis? ¿Se las puede asimilar a los afectos? Si nos entendemos como sujetos divididos, en falta, ¿existiría la posibilidad de un manejo emocional desde los primeros años de vida? ¿En pos de qué? ¿De una mayor productividad? ¿Qué lugar le estaríamos dando a las alteridades? Si el conflicto, y la falta nos mueve y nos constituye como sujetos deseantes, así como la insatisfacción, ¿a dónde apunta la idea de educar las emociones evitando el malestar? Acaso, ¿Ha desaparecido de la cultura el lugar para el malestar? ¿Estamos frente al retorno de un sujeto pre – freudiano?
¿Y qué pasa con los libros para niños y niñas? Gestione las emociones, modifíquelas, contrólelas. En la actualidad las librerías se encuentran saturadas de colecciones de libros «emocionales» para niños y niñas. Una gran producción editorial se dirige a los niños y a los adultos que eligen sus libros con manuales de autoayuda no reconocidos como tales sino presentados como literatura.Libros mayoritariamente literales, despojados de riqueza simbólica, muchos de ellos estereotipados y previsibles.
Años atrás leía un libro donde un joven príncipe nostalgioso se hacía picar por una víbora para volver a su planeta, hoy me encuentro con una versión reducida del libro que indica: “los colores te guiarán a lo largo de este libro, y te ayudarán a reconocer y expresar lo que sientes”. Nos surgen entonces las preguntas: ¿Cómo atrapar los sentimientos? ¿Se han transformado los libros infantiles en manuales de domesticación afectiva? ¿Es necesario enseñar a las infancias a nombrar y clasificar sus emociones con un “emocionómetro”? ¿Practicando en un gimnasio emocional? ¿No debería al menos inquietarnos, el uso de los libros infantiles como instrumentos para moldear un sujeto funcional al mercado?
Emoción, ¿regulación o deseo?